¿Qué es el autismo?

¿Qué son los Trastornos del Espectro del Autismo?

Son un conjunto de trastornos del desarrollo que aparecen en la infancia y que afectan a las capacidades sensoriales, de relación, comunicación y flexibilidad de conducta. Hasta hace algunos años se englobaban bajo el único término de Autismo, pero la diversidad de sus tipologías ha hecho preferible utilizar un término más amplio e inclusivo.
Aunque durante mucho tiempo el desconocimiento acerca de estos trastornos llevó a buscar su origen en algún tipo de trauma emocional, o de falta de afecto, hoy las investigaciones apuntan a que tienen una base neurobiológica, es decir, que tienen un sustrato físico que se localiza en el cerebro y que se manifiesta en la conducta de la personaniño.
Los Trastornos del Espectro del Autismo (TEA) se manifiestan, en mayor o menor medida, en tres áreas diferentes del desarrollo:

El área socio-emocional

Es aquella que permite a la persona comprender los sentimientos de los demás, controlar y expresar las propias emociones y comportamientos, y establecer y mantener vínculos. Los problemas de desarrollo en este área se traducen en falta de expresividad facial, poco contacto visual, falta de respuesta a los gestos cariñosos, escaso interés por interactuar con las personas de su entorno, etc.

El área de la comunicación

Engloba el lenguaje oral y escrito, pero también el lenguaje corporal. Las señales más comunes en este tipo de trastornos son la dificultad a la hora de expresarse, el retraso en el desarrollo del lenguaje y cierta limitación en su uso o comprensión. Sin embargo, hay personas con autismo para quienes la dificultad radica únicamente en utilizar y comprender el lenguaje no verbal, el tono, los matices o los gestos que acompañan a la conversación.

El área de la conducta y la capacidad simbólica

En los TEA pueden verse afectadas aquellas capacidades que permiten a la persona conocer su situación en el espacio, la postura que adopta y los movimientos que realiza, lo que puede dar lugar a movimientos estereotipados, como puede ser el balanceo o el aleteo de las manos. Las carencias en la capacidad imaginativa y simbólica les hacen ser reticentes a los cambios, tener dificultades para entender metáforas del lenguaje y dobles sentidos, y presentar intereses restringidos y una preocupación intensa por temas muy concretos.

Por otra parte, muchas personas con Trastornos del Espectro del Autismo (TEA) tienen hipersensibilidad a los estímulos sensoriales como sonidos fuertes, luces parpadeantes, o un determinado tipo de contacto físico. Esto les produce un alto nivel de estrés que puede resultar incomprensible para quienes les rodean si no son capaces de detectar el origen.

Es importante recordar que se denomina Espectro porque existe una gran diversidad en la manifestación de los síntomas. No todos las personas desarrollan las mismas tendencias ni lo hacen con la misma intensidad. Es por ello que hay diferentes grados de autismo en función de las manifestaciones producidas en estas tres áreas.

Por otra parte, también hay que tener en cuenta que un alto porcentaje de personas con TEA presentan asociada alguna discapacidad intelectual, por lo que las características y la evolución de cada una de ellas ha de ser contemplada de una manera individualizada, siendo de gran importancia el apoyo y seguimiento desde etapas tempranas de la vida, el apoyo de personal especializado y la buena comunicación entre el profesionales y familia.

Los Trastornos del Espectro del Autismo (TEA) no son considerados una enfermedad. Las personas con TEA pueden tener una salud inmejorable, pero seguir presentando conductas específicas e identificables con su Trastorno.

Aunque la diferencia entre enfermedad y trastorno pueda resultar difusa, no por ello carece de importancia. Parte del proceso de integración de las personas con TEA pasa por aceptar no solo sus dificultades implícitas, sino que son así y que sus características forman parte de la diversidad humana en la que la totalidad participa de uno u otro modo.

¿Cuáles son los síntomas tempranos de alerta?

Actualmente no hay pruebas médicas o biológicas que permitan efectuar un diagnóstico de los TEA. Son, por tanto, determinados signos en el desarrollo de la persona los que pondrán en alerta al entorno cercano y llevarán a la búsqueda del profesional. Es quien, a través de cuestionarios y de la observación de las pautas de comportamiento de la persona, puede llegar a realizar el diagnóstico adecuado.
La edad a partir de la que se puede detectar un TEA suele fijarse en torno a los 18 meses. Sin embargo, ya a partir de los 12 meses podemos detectar señales que nos hagan sospechar, aunque sin alarma, de la existencia de algún trastorno.

A los 12 meses

Puede ser preocupante la ausencia de balbuceo, la falta de respuesta al oír su nombre o la ausencia de gestos con los que trate de interactuar con su entorno. Ante estos indicadores se recomienda no ser alarmistas, pero sí previsores, esto es, sospechar de un posible trastorno y analizarlo con el pediatra para descartarlo o, en su defecto, tomar las medidas apropiadas.

A los 18 meses

Estos indicadores van ‘in crescendo’. Puede ser un indicio la ausencia de palabras sencillas, la falta de respuesta a órdenes simples o el hecho de que no traten de compartir con otras personas, especialmente con la persona adulta, algo que les gusta o que les parece interesante.

A los 24 meses

Las señales indicadoras de un trastorno del autismo son cada vez más evidentes. El hecho de no usar frases espontáneas, fuera de la mera repetición de lo que escuchan en casa, la dificultad a la hora de mantener la mirada o seguir estímulos visuales (por ejemplo observar a sus familiares), el no compartir intereses o la ausencia de imitación social, pueden ser un indicio claro de autismo.
Lo ideal sería que antes de esta edad ya se hubiera hecho un diagnóstico para salir de dudas.

¿A qué se deben los TEA?

Según las investigaciones en curso, no existe una causa única que explique la gran variedad de Trastornos del Espectro del Autismo.
Lo que sí parece estar claro es que el origen de los TEA tiene una base genética y un sustrato biológico, por lo que quedan descartados factores sociales y culturales, así como las pautas educativas de la familia.
A menudo la familia puede tener la falsa impresión de que ha habido algún factor externo que ha provocado su aparición, sin embargo, todas las investigaciones indican que las personas con TEA nacen con este trastorno aunque no se detecte o se manifieste hasta pasado un tiempo.
Uno de los argumentos que apoyan con solidez la base genética de estos trastornos se encuentra en el mayor número de varones con TEA, cuatro por cada mujer. Esto indicaría que el origen del trastorno se produce en etapas muy tempranas de la gestación, y que estaría ligado de algún modo a la diferente base genética de hombres y mujeres, lo que se llama la herencia ligada al sexo.
Aún queda mucho por aprender. Se trata de una investigación amplia y compleja que presenta múltiples interrogantes pero que día a día nos proporciona nuevos datos que nos ayudan a comprender y afrontar con más conocimientos los retos que los TEA nos plantean.

Necesidades y habilidades de las personas con TEA

En la convivencia y el trabajo con personas con TEA es fundamental conocer y tener en cuenta tanto sus necesidades específicas como sus habilidades. Adaptándonos a las primeras y potenciando las segundas lograremos facilitar el día a día de la persona con TEA y apoyarle en su desarrollo.

Necesidades

Probablemente nada ayuda tanto en el día a día a un apersona con TEA como el conocer sus necesidades, comprenderlas y tratar de adaptar a ellas su entorno y sus rutinas. Esto reducirá sensiblemente su nivel de estrés y hará del mundo un lugar menos desconcertante y más amigable, permitiéndoles una mejor relación con el medio.
Entre las necesidades más habituales podemos encontrar las siguientes.

  • Un mundo estructurado y predectible, donde sea posible anticipar lo que va a suceder.
  • Recibir señales claras y gestos evidentes que les muestren el sentido de lo que se les solicita.
  • Que se les proporcione a su conducta consecuencias claras.
  • Evitar, sobre todo al principio, ambientes bulliciosos y caóticos, excesivamente complejos e hiperestimulantes.
  • Ser guiadas y atraídas con suavidad para establecer interacciones.
  • Que sus capacidades sean evaluadas objetivamente.
  • Que se les proporcionen medios para comunicarse.
  • Diversidad de actividades.
  • Que se tengan en cuenta sus motivaciones espontáneas.
  • Sustituir las conductas disfuncionales por otras funcionales.
  • Que se establezcan los límites de forma clara y estable.
  • Experiencias de aprendizajes sin errores.
  • Que se les proporcionen referencias viso-espaciales en sus actividades.
  • Que se les trate de acuerdo a su edad.
Habilidades

Aunque de manera variable, los TEA suelen llevar asociados ciertos aspectos del comportamiento que no tiene por qué ser negativos. Puestos en valor y bien orientados estos rasgos son un importante punto de apoyo para la construcción de un proyecto de vida más pleno y satisfactorio para estas personas. Saber detectarlos y ayudarles a enfocarlos de un modo positivo es tarea de educadores pero también un reto para cuantos se encuentran en su entorno.

  • Honestidad, transparencia y autenticidad.
  • Capacidad de trabajo.
  • Nivel de concentración y rendimiento.
  • Memoria a largo plazo.
  • Capacidad viso espacial.
  • Meticulosidad y perfeccionismo.
  • Destreza manipulativa.
  • Competencias en tareas repetitivas y mecánicas.
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