Noticias Científicas sobre el Autismo, Enero 2016.

Un suplemento nutricional durante el embarazo podría reducir el riesgo de autismo

Además del ácido fólico, otro suplemento prenatal, la carnitina, que ya está disponible en el mercado, podría proteger contra cierto tipo de autismo, según un estudio publicado este jueves en ‘Cell Reports’. La carnitina, que el cuerpo puede fabricar en sí o extraer de fuentes dietéticas, se requiere para el transporte de ácidos grasos a la mitocondria, el compartimiento dentro de la célula que convierte estas grasas en energía.

El ácido fólico durante mucho tiempo ha sido promocionado como un complemento importante para las mujeres en edad fértil por su capacidad para prevenir defectos en el cerebro en desarrollo del bebé y de la médula espinal. De hecho, el ácido fólico se considera tan importante que se añade como suplemento a panes, pastas, arroz y cereales para ayudar a asegurar que las mujeres están expuestas a una cantidad suficiente de este nutriente, incluso antes de que sepan que están embarazadas.

Estudios anteriores han demostrado que las mutaciones hereditarias en un gen (llamado TMLHE) que se requiere para la biosíntesis de la carnitina están fuertemente asociadas con el riesgo de desarrollo de trastornos del espectro del autismo, pero la base para la asociación no ha estado clara hasta ahora.

Los últimos hallazgos muestran que los defectos genéticos en la capacidad del cuerpo para producir carnitina podrían estar asociados con un mayor riesgo de autismo debido a que la deficiencia de carnitina interfiere con los procesos normales por los cuales las células madre neurales promueven y organizan el desarrollo del cerebro embrionario y fetal.

El autor principal del estudio, Zhigang Xie, asistente científico investigador en el Centro de Ciencias de la Salud del Colegio de Medicina de la Universidad de Texas, Estados Unidos, ha perfeccionado una nueva tecnología que le permite marcar, seguir y analizar las células madre neuronales individuales en su ambiente nativo en un cerebro en desarrollo real. «Es muy difícil estudiar las células madre neurales en su entorno natural complejo –dice Xie–. Pero ahora tenemos una tecnología que hace que este tipo de estudios sea posible».

«Hasta ahora, esta tecnología no se ha utilizado de esta manera», agrega Vytas A. Bankaitis, del Colegio de Medicina de la Universidad de Texas A & M y colaborador de Xie. «Nuestra aplicación de esta tecnología es poderosa porque nos permite identificar defectos de células madre neuronales específicos que son invisibles en los sistemas de cultivo de células que normalmente utilizan los científicos del cerebro. En cuanto a los trastornos del espectro del autismo, hay que tener en cuenta todo el entorno celular, o nicho», señala.

Su trabajo, que fue financiado por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos y la Fundación Robert A. Welch, es importante porque un uno por ciento de los estadounidenses se ven afectados con autismo, y el coste anual de la atención al autismo en Estados Unidos se estima en menos 236.000 millones de dólares.

Los investigadores encontraron que las células madre neurales que no pueden producir carnitina no se comportan correctamente y están inadecuadamente agotadas desde el cerebro en desarrollo, pero cuando las células madre neurales genéticamente en riesgo se les suministran carnitina a partir de una fuente externa, no tienen los mismos problemas.

El gen TMLHE asociado con el autismo codifica una enzima que el cuerpo necesita para la fabricación de carnitina. Mutaciones de riesgo del autismo inactivan este gen y, en ausencia de su propia capacidad para producir carnitina y sin suplementación externa suficiente, las células madre neuronales se vuelven menos eficientes en la auto-renovación.

Es decir, cuando se dividen, las células madre neurales producen dos células «hijas», una de las cuales debe seguir siendo una célula madre neural y la otra que debe diferenciarse. Las células madre neurales que se enfrentan a la deficiencia de carnitina demasiado a menudo se dividen para producir dos células diferenciadas, por lo tanto, con problemas para reabastecer el cerebro en desarrollo con una provisión de células madre neurales.

«Errores innatos en la producción de carnitina causan problemas significativos en un tipo de célula que se puede creer que contribuye al riesgo de autismo», dice Bankaitis. Como el gen de riesgo de autismo se encuentra en el cromosoma X y los hombres sólo tienen un cromosoma X (las hembras tienen dos), están en mayor riesgo.

Algunas mujeres embarazadas pueden absorber suficiente carnitina a partir de su dieta de manera que hacen que la función normal de la enzima sea menos importante en el contexto del riesgo de autismo para sus bebés. Los altos niveles de carnitina se pueden encontrar en las carnes rojas y una de las mejores fuentes vegetariana es leche entera. Sin embargo, las mujeres que no ingieren suficiente carnitina, podrían poner a su hijo en riesgo de nacer con autismo.

Debido a que el TMLHE es un gen de riesgo de autismo reconocido y se conoce su ubicación en el cromosoma, un posible primer paso para la prevención es poner a prueba a las futuras madres para mutaciones de TMLHE antes del embarazo. Si una futura madre es portadora del gen de riesgo de autismo mutado, la suplementación de la dieta con carnitina antes y durante la gestación podría ayudar a asegurar que una cantidad suficiente de este nutriente está disponible para el desarrollo del embrión y el feto, ayudándole a compensar el defecto genético.

«En retrospectiva, este enfoque preventivo parece obvio –dice Bankaitis–. Pero, las deficiencias metabólicas son escenarios complicados de interpretar y creemos que estas extrañas complejidades puedan llegar a ser un camino más sencillo hacia la prevención». Es importante señalar que esta estrategia de prevención en particular no se aplicará a todos los casos de autismo.

«Incluso si esta estrategia funciona, no será una panacea para reducir cualquier riesgo de autismo –matiza Bankaitis–. A pesar de que podría funcionar en los casos de deficiencia de carnitina, otras vías también están en juego, ya que un máximo de 1.000 genes en última instancia, podrían encontrarse que tienen relación con el riesgo de autismo. Aún así, el impacto potencial de una estrategia preventiva tan limitada podría ser significativo ya que alelos mutantes TMLHE son sorprendentemente comunes en la población humana».

«Aquí tenemos indicios, al menos para algunos tipos de riesgo de autismo, de que un método de prevención de carnitina en la dieta podría ser eficaz –apunta Xie–. Para algunas personas, este simple suplemento nutricional realmente podría ayudar a reducir el riesgo de desarrollar trastorno del espectro del autismo. Cualquier progreso en el frente de la prevención sería bienvenida dado el número de personas afectadas».

Revista Cell Reports

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Posible relación entre las enfermedades autoinmunes maternas y el autismo en hijos

Un grupo de investigadores han realizado un interesante meta-análisis sobre la relación entre las patologías autoinmunes en mujeres embarazadas y la relación que estas tiene con la aparición del autismo en la descendencia.

Estos investigadores señalan en la revista científica Behavioural and Brain Research la existencia de una asociación positiva entre ambos elementos. Concretamente, el riesgo de padecer autismo aumentaría en un 30% en los hijos de aquellas mujeres que desarrollaron estas enfermedades durante el embarazo. Este hecho supone que existe una relación entre el sistema inmunológico de la madre y el cerebro del hijo.

Ahora bien, es importante no generar alarma. Por eso, los científicos reiteran que la mayor parte de los padres que padecen algún tipo de enfermedad autoinmune no tienen hijos con autismo. De hecho, el equipo del Dr. Cheng, matiza que la enfermedad autoinmune materna es un factor independiente del autismo, es decir, el hecho que una madre padezca una enfermedad de este tipo no significa que irremediablemente vaya a tener hijos que manifiesten autismo. Pero sí han encontrado una mayor probabilidad de que este aparezca.

Este trabajo tiene gran relevancia puesto que unifica la información existente y establece una nueva pauta a tener en cuenta para poder llegar a realizar un diagnóstico precoz de la probabilidad de tener hijos con autismo. Esto es fundamental, ya que existe una enorme dificultad para detectar la causa genética que provoca este trastorno en un importante porcentaje de casos. De hecho, sólo el 15% de los casos logra detectarse.

Existen muchos estudios relacionados con el tratamiento del autismo, con la adaptación social de estas personas y con la detección precoz del trastorno. Sin embargo, las investigaciones sobre las bases moleculares de esta enfermedad y cuáles son las alteraciones que derivan en la aparición del autismo son escasas. Y es que no debemos olvidarnos que se trata de una enfermedad muy compleja denominada técnicamente Trastorno del Espectro del Autismo (TEA).

Esta es una terminología que hace referencia a un amplio conjunto de factores que afectan al neurodesarrollo y al funcionamiento cerebral, dando lugar a alteraciones de las habilidades sociales y motoras, es decir, factores que provocan dificultades en la comunicación e interacción social, en la flexibilidad del pensamiento y de la conducta. También ocasionan un comportamiento repetitivo inusual.

Hoy en día, no es posible determinar una única causa que explique la aparición de esta enfermedad. Tal es así, que la comunidad científica plantea una visión multifactorial compleja, entre la genética y el entorno.

Aunque la etiología del autismo sigue siendo un misterio conformado por una gran cantidad de piezas que constituyen un enorme rompecabezas, los científicos han logrado detectar indicios que señalan una posible asociación entre la existencia de una respuesta inmune anormal y el autismo.

En este sentido, la relación existente entre las enfermedades autoinmunes maternas e hijos con autismo está atrayendo una enorme atención. Tal es así, que un grupo de investigadores de la School of Public Health and Tropical Medicine y del  Institute of Acute Communicable Diseases Prevention and Control de China, han realizado el primer metanálisis para evaluar, cuantitativamente, la asociación entre enfermedades autoinmunes maternas y el riesgo de tener hijos con autismo.

Nuestro sistema inmunitario es una compleja red de células y  componentes celulares, que normalmente trabajan para defender al organismo. Sin él no podríamos vivir y, como sabemos, nos permite eliminar infecciones causadas por bacterias, virus y otros microorganismos patógenos.

Sin embargo, como cualquier organismo vivo, no es perfecto y en ocasiones ese sistema ataca erróneamente a células, tejidos y órganos del propio organismo. Es decir, pierde la capacidad de diferenciar entre lo propio y lo ajeno generándose así un grave problema para la persona que lo sufre. De hecho, estos problemas son lo que se denomina enfermedades autoinmunes.

Las enfermedades autoinmunes, actualmente, siguen siendo una gran incógnita, pero lo que sí parece estar claro son las numerosas consecuencias que traen consigo. De hecho los científicos establecieron un vínculo de conexión entre el cerebro y el sistema inmunológico. Ello podría estar relacionado con el trabajo de Cheng y colaboradores.

Estudios realizados en ratones y monos han demostrado la existencia de manifestaciones parecidas al autismo en la descendencia de estos animales, después de que hembras preñadas fuesen inyectadas con inmunoglobulinas G (anticuerpos, IgG) procedentes de madres humanas con enfermedades autoinmunes.

Estos factores de defensa, formados por las madres, activan la microglia en el cerebro del feto, lo que conduce a la neuroinflamación del propio cerebro fetal. Esto podría dañar el tejido cerebral e influir negativamente en el desarrollo del cerebro. Unas alteraciones anormales importantes para la génesis y el desarrollo del espectro del autismo.

Así pues, los científicos creen que cuando el sistema inmune de las madres con enfermedades autoinmunes se ve alterado, se estimula una mayor cantidad de autoanticuerpos y citoquinas inmunes. De hecho, se han detectado anticuerpos contra ciertas proteínas del cerebro fetal en madres que tenían hijos con autismo, ausentes, por el contrario, en madres con hijos sin autismo.

El equipo del Dr Cheng ha realizado el presente metanálisis basándose en estudios observacionales realizados por diferentes equipos de investigación y procedentes de diferentes áreas geográficas. ¿Por qué decimos esto? Porque no debemos olvidar que es reconocido por la comunidad científica que el autismo es una confluencia de factores tanto genéticos como ambientales. Y estos estudios proceden de distintas zonas del mundo, donde el entorno ambiental es muy diferente.

Por otro lado, las enfermedades autoinmunes maternas, en algunos casos, fueron diagnosticadas durante el embarazo. Uno de los mayores problemas que presentan este tipo de enfermedades es que son difíciles de diagnosticar, ya que pueden compartir sintomatología con otro tipo de enfermedades más frecuentes en la población, pudiendo realizarse un diagnóstico erróneo. Además, la sintomatología de una enfermedad autoinmune es muy variable, hasta el punto de que una misma enfermedad puede afectar a diferentes tejidos en dos personas distintas.

Por ello, a pesar de todos estos resultados, los científicos reiteran que la mayor parte de los padres que padecen algún tipo de enfermedad autoinmune no tienen hijos con autismo, por lo que tampoco hay que alertarse.

Sin embargo, este tipo de estudios son necesarios ya que las pequeñas aportaciones que los científicos vayan dando pueden ir proporcionando claves que permitan dirigir a los investigadores hacia una posible aclaración de cuales podrían ser las causas que inducen la aparición de autismo.

Los investigadores de esta investigación proponen que en futuros estudios sería necesario centrarse en dos aspectos fundamentales. Por un lado, sería necesario verificar la potencial influencia de la enfermedad autoinmune materna desarrollada antes del embarazo sobre la presencia de autismo en los hijos. Y por otro, dado que las enfermedades autoinmunes son un conjunto de diversos tipos de patologías específicas, el efecto individual de cada una de ellas debería ser estudiado y analizado.

Revista Behavioural and Brain Research

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Una ventana de oportunidad para tratar el autismo

La conexión entre los dos hemisferios del cerebro, que se conforma a través del cuerpo calloso, es esencial para el correcto desempeño de las funciones superiores del cerebro. Los trastornos del espectro del autismo (TEA) y otras enfermedades relacionadas con el neurodesarrollo se han asociado a defectos del cuerpo calloso, lo que sitúa a este tracto axonal como un inmejorable punto de partida en la búsqueda de estrategias terapéuticas. Ese es, precisamente, el objetivo del estudio que ha publicado en Neuron un grupo de investigadores del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC (CNB-CSIC).

La obtención de una terapia farmacológica para el autismo no es tan inalcanzable como a veces se ha dado a entender. Así lo cree Marta Nieto, investigadora del CNB y directora del trabajo: «Es un tema que hay que tratar con cuidado para no generar falsas esperanzas, pero lo que nuestros estudios sugieren es que, conceptualmente, existe una posible estrategia farmacológica para restaurar las conexiones del cerebro; las del cuerpo calloso y, probablemente, otras también», ha explicado la investigadora.

El estudio, llevado a cabo con un modelo murino, muestra que la actividad neuronal durante los primeros días tras el nacimiento, orquestada por la expresión del factor de transcripción Cux1, es esencial para que el cuerpo calloso se forme correctamente. «Es la primera evidencia directa de que los factores de transcripción se coordinan con la actividad eléctrica temprana durante el desarrollo para formar el circuito estructural».

Nieto explica la forma en que ese factor de transcripción favorece la conexión entre los hemisferios cerebrales: «Es una regulación directa. Hemos visto que Cux1 tiene sitios de unión en los genes de los canales de potasio dependientes de voltaje (Kv1) -en dos de ellos en concreto- y activa directamente la transcripción».

Los canales de potasio regulan la excitabilidad, es decir, el disparo de la neurona. De esta manera, «la conexión con el otro hemisferio dependerá de si ese disparo es correcto o no».

Cuando los científicos inactivaron el gen Cux1en embriones de ratón, las neuronas dejaron de expresar en sus membranas canales de potasio Kv1. El resultado era una actividad eléctrica anómala y, como consecuencia, las neuronas eran incapaces de formar la conexión a través del cuerpo calloso. Se sabe que, en el cerebro adulto, cada neurona tiene su actividad característica, un código que le sirve para comunicarse con otras células del circuito. Este trabajo demuestra que, ya durante el proceso de formación del circuito, la actividad propia de cada neurona contiene información que determina con qué otras neuronas va a ser capaz de conectarse.

Pero el estudio muestra algo todavía más importante: que si tras el nacimiento se recupera la función de esos canales de potasio restituyendo el factor de transcripción que faltaba, el cerebro es capaz de reconectarse correctamente. No obstante, esa restauración de las funciones perdidas sólo puede llevarse a cabo durante un tiempo limitado; es una ventana de oportunidad un tanto estrecha. «En ratón, ese periodo es breve, pero es casi un tercio del periodo posnatal en el que se produce la formación del cuerpo calloso. Y lo que queremos es alargarlo».

Los investigadores consideran que podrían alcanzar ese objetivo restaurando los programas genéticos que están detrás del factor de transcripción. Pero para dar con una solución habrá que entender bien por qué es tan limitado el margen de actuación. «Se sabe que existen periodos de oportunidad en los que los circuitos cerebrales se recablean para poder optimizarse frente a estímulos externos. Pensamos que se tienen que cerrar porque, si no, nos estaríamos recableando continuamente y no podríamos tener memoria ni comportamientos estereotipados, ni finalizarnos como personas. Necesitamos consolidarnos. Es decir, el sistema nervioso tiende a conservar la homeostasis porque la necesita para sus funciones». Y ahí es donde entra en juego la plasticidad: «En el cierre del periodo crítico hay una serie de mecanismos que determinan que las neuronas pierdan plasticidad y pensamos que esos mecanismos son los que nos impiden reconstituir el cerebro más allá de esa ventana», concluye Nieto.

También parece jugar un papel crucial la excitabilidad de las neuronas que se van a conectar. «Es posible que, si manipulamos esa excitabilidad -tanto de la neurona que va a disparar y a formar la conexión como de la neurona diana-, consigamos extender ese periodo crítico».

Nieto estima que la deficiencia de Cux1 puede convertirse en un modelo murino válido de autismo. Su grupo va a seguir investigando la función de los factores de transcripción, concretamente Cux1 y Cux2, en la especificación de tipos neuronales. La exploración de la diferenciación neuronal tiene implicaciones en patologías tan diversas como los trastornos del espectro del autismo o la esquizofrenia.

En esa búsqueda científica, la plasticidad se ha convertido en una compañera de viaje indispensable. De hecho, declara Nieto, «el autismo se entiende cada vez más como una enfermedad de la plasticidad. Es más, los pocos genes que se han asociado a él convergen en las vías de plasticidad en el cerebro».

Se trata de una capacidad que está afectada en múltiples enfermedades. «Pensamos que, en casos de neurodegeneración, potenciar la plasticidad en general, independientemente de que sea la causa o no de las pérdidas cognitivas y el daño en el sistema nervioso, puede convertirse en una vía terapéutica». Se trataría, por lo tanto, de evocar la enorme plasticidad embrionaria y posnatal.

En el lado opuesto y volviendo a la infancia, «algunos casos de autismo se proponen como exceso de plasticidad. Según algunas teorías, las ventanas de plasticidad auditiva, visual, de reconocimiento de caras… están solapadas. En ese caos no se puede consolidar ni cerrar nada».

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Revista Neuron

 

Identifican un gen que cuando muta causa autismo y esquizofrenia

Los recientes avances en la tecnología genómica han sugerido que varios cientos de genes participan como factores de riesgo para los trastornos del desarrollo neurológico, como el autismo y la esquizofrenia. Estos trastornos se deben a anomalías que se producen cuando el cerebro todavía está en desarrollo. Ahora, científicos del Instituto Salk para Estudios Biológicos de California, han identificado un gen relacionado con estos trastornos que parece ser crucial para la estructura del cerebro en el desarrollo prenatal. Los hallazgos, que aparecen en la revista Cell Reports, arrojan nueva luz sobre el funcionamiento de un gen llamado MDGA1, implicado en el autismo, la esquizofrenia y el trastorno bipolar.

Los síntomas de estos trastornos mentales a menudo tardan años en manifestarse o pueden no aparecer hasta la adolescencia, o incluso la edad adulta, y estudiar cómo ciertos genes funcionan desde un primer momento puede ayudar a descubrir nuevos fármacos y el desarrollo de nuevos tratamientos para el autismo y estos otros trastornos relacionados. Hace más de una década, un equipo dirigido por el profesor Dennis O’Leary del Instituto Salk descubrió el MDGA1, que codifica una proteína que influye en la migración neuronal en el cerebro en desarrollo. La migración es una característica importante de desarrollo que le sucede a todos los tipos de células que los guía desde su lugar de nacimiento hasta su destino final en el cuerpo.

El MDGA1 interviene en las superficies exteriores de las neuronas y es abundante en la corteza cerebral, la capa externa del cerebro del tejido neural que se necesita en funciones básicas como el procesamiento de la información de los cinco sentidos y la coordinación de aspectos más complejos como el aprendizaje. El desarrollo de la corteza cerebral se inicia durante la primera mitad del embarazo en los seres humanos y consta de seis capas horizontales cuando está completamente formado. Para entender mejor el papel de MDGA1 y sus relaciones con la corteza cerebral y el desarrollo temprano del cerebro, el equipo de Salk utilizó un modelo animal para desactivar el gen en ratones más de la mitad del embarazo. Los investigadores observaron que esta desactivación del altera la migración neuronal típica y en cambio hizo que las células precursoras de neuronas viajen a lugares equivocados en el cerebro. Esto causó que las células precursoras de neuronas murieran antes de que pudieran convertirse en neuronas completamente formadas.

Sin MDGA1, los autores del estudio aseguran que la corteza cerebral pierde alrededor de la mitad de sus neuronas, y esta pérdida dificulta la capacidad de la corteza cerebral de comunicarse con otras áreas del cerebro. Lo que los nuevos resultados insinúan es que mutaciones y alteraciones en el gen MDGA1 durante el desarrollo temprano del cerebro de la corteza cerebral puede conducir a trastornos cerebrales en el futuro. El estudio se llevó a cabo Salk en ratones, por lo que la investigación en los seres humanos es necesaria.

Aún así, los resultados siguen siendo fascinante, sobre todo teniendo en cuenta que un estudio de 2014 en el New England Journal of Medicine encontró pequeños parches de neuronas desorganizadas en las cortezas cerebrales de los niños con autismo. Los autores de este estudio analizaron muestras de cerebro post mortem de 22 niños que murieron entre los 2 y 15 años de edad. La mitad de los niños había tenido autismo durante su vida y la mitad no. En 10 de 11 cerebros de niños autistas, los investigadores encontraron manchas anormales en la corteza.

Experimentos adicionales llevados a cabo por el grupo de Salk utilizando modelos animales demostraron que cuando el MDGA1 muta en lugar de desactivarse por completamente impide que los precursores neuronales se peguen entre sí, una característica esencial necesaria para que las células se dividan y se conviertan en neuronas. Los científicos del Instituto Salk planean seguir investigando sobre el MDGA1 tanto en el desarrollo temprano del cerebro como en la edad adulta y evaluar cómo se comportan los ratones que carecen de este gen.

Revista Cell Reports

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Más evidencias de que el nacimiento prematuro podría aumentar el riesgo de autismo

Según un estudio reciente, los bebés muy prematuros podrían tener un riesgo más alto de haber sido diagnosticados con autismo a los 4 años de edad, aunque la investigación cuestiona qué tan altas son esas probabilidades.

El estudio australiano, publicado en línea el 21 de enero en la revista Pediatrics, encontró que poco menos del 2 por ciento de los recién nacidos prematuros y con un tamaño pequeño fueron diagnosticados luego con autismo entre los 2 y los 4 años de edad.

Esa prevalencia, apuntaron los investigadores, es más baja que la observada en estudios anteriores, en que las cifras han variado de alrededor de un 4 a un 13 por ciento.

También dijeron que hay motivos para confiar en la veracidad de sus hallazgos. Este estudio es uno de los pocos que evalúa directamente a los niños, en lugar de utilizar cuestionarios para los padres, apuntó la investigadora líder, Margo Pritchard, profesora de enfermería neonatal de la Universidad Católica de Australia, en Brisbane del Sur.

«Lo que encontramos es que nacer de forma muy prematura es un factor de riesgo, algo consistente con estudios anteriores», dijo Pritchard. «Pero cuando se aplica el rigor diagnóstico, usando una evaluación directa, la tasa de autismo es más baja que la reportada en otros estudios».

Sin embargo, el Dr. Paul Wang, vicepresidente principal de investigación médica de Autism Speaks, una organización sin fines de lucro, dijo que no está claro cómo interpretar la prevalencia más baja.

Los métodos de los estudios son distintos, y algunos han seguido a los niños por periodos más largos (hasta los 8 años o más), así que resulta difícil saber qué estimados se acercan más a la verdad, comentó Wang.

En lugar de ello, consideró los nuevos hallazgos como un respaldo adicional al panorama general. «La prematuridad y el bajo peso al nacer son factores de riesgo del autismo», señaló Wang.

Pero también enfatizó que no hay un solo factor contribuyente al trastorno del espectro del autismo, un trastorno del desarrollo que se cree que afecta a uno de cada 68 niños de Estados Unidos, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE. UU.

El autismo es complejo, dijo Wang, y la mezcla de causas varía de un niño a otro. Pero en general, los expertos creen que comienza con una vulnerabilidad genética, en combinación con ciertas exposiciones ambientales en un momento crítico del desarrollo, en particular en el útero.

Los investigadores siguen intentando comprender las influencias ambientales, comentó Wang.

Según Autism Speaks, los estudios han implicado varios factores además del nacimiento prematuro. Incluyen a los padres con una edad más avanzada, además de la exposición prenatal a ciertas infecciones, a la contaminación atmosférica o a fármacos particulares, como el ácido valproico (Depakote), un anticonvulsivo.

Para el nuevo estudio, el equipo de Pritchard evaluó a 169 niños pequeños nacidos antes de la semana 29 de embarazo. Se les examinó a los 2 y a los 4 años de edad por posibles señales del autismo, como retrasos en el lenguaje, o una falta de interés en los demás niños.

En general, un 13 por ciento de los niños tuvieron resultados «positivos» y se sometieron a más evaluación. Al final, justo por debajo del 2 por ciento fueron diagnosticados con autismo.

Pero Wang apuntó que casi todos los niños que resultaron positivos pero que no recibieron un diagnóstico formal tenían problemas significativos con la comunicación, con el juego imaginativo o con las conductas repetitivas, por ejemplo.

Y dado que los bebés muy prematuros están en riesgo de varios problemas del desarrollo, diagnosticar el autismo de forma definitiva a una edad temprana puede resultar difícil, explicó Wang.

Pritchard se mostró de acuerdo en que determinar el autismo en esos niños es difícil. Pero añadió que evaluaciones que son el «estándar de excelencia», como la Escala de Observación para el Diagnóstico del Autismo (que se utilizó en este estudio) pueden ayudar a diagnosticar el trastorno a una edad temprana.

Sea cual sea la verdadera prevalencia de autismo entre los prematuros, es importante que esos niños reciban evaluaciones rutinarias del desarrollo, enfatizaron Wang y Pritchard.

«Hay que seguir y evaluar de cerca a todos esos niños», dijo Wang. De esa forma, cualquier discapacidad (física, mental o social) se puede detectar pronto y ser abordada.

«Identificar las diferencias tempranas en el desarrollo puede ayudar a vincular a los niños con unas prácticas efectivas de intervención», concurrió Pritchard.

Añadió que «la moraleja es aprovechar la monitorización del desarrollo y mantener a los niños nacidos de forma muy prematura en esos programas durante toda la niñez».

Revista Pediatrics

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Comer pescado a menudo en el embarazo es beneficioso para el cerebro del niño

Un estudio del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL) de Barcelona ha descubierto que el consumo regular de pescado durante el embarazo ayuda a mejorar el desarrollo cerebral de los bebés, según los resultados de un trabajo publicado en el ‘American Journal of Epidemiology’.

En concreto, los autores siguieron a casi 2.000 madres e hijos desde el primer trimestre del embarazo hasta que los menores cumplieron cinco años y vieron que tenían una mejor función cerebral aquellos cuyas madres habían comido pescado durante el embarazo al menos tres veces por semana, en comparación con aquellas que comieron menos.

Y ni siquiera cuando el consumo era de 600 gramos semanales se detectó una mayor presencia de mercurio y otros contaminantes relacionados con el pescado que pudiera conllevar un efecto negativo que compensara a los beneficios aparentes.

“Los mariscos son una importante fuente de nutrientes esenciales para el desarrollo del cerebro, pero al mismo tiempo también acumulan el mercurio del medio ambiente, que es conocido por ser neurotóxico”, ha reconocido Jordi Julvez, autor principal del estudio.

La Agencias Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en sus siglas en inglés) emitió recientemente un dictamen científico que respaldaba un consumo semanal de entre 150 y 600 gramos de pescado durante el embarazo. Pero los autores de este trabajo reconocen que todavía no se conoce cómo puede afectar al desarrollo fetal y se necesitan más estudios que ayuden a las mujeres a tenerlo más claro.

Para ello, Julvez y su equipo analizaron datos de una investigación que recopiló datos entre 2004 y 2008, que diferenciaba entre el consumo de pescados grasos de gran tamaño como el pez espada o el atún, pescado azul más pequeño como la caballa, las sardinas, las anchoas o el salmón, pescado blanco como la merluza o el lenguado, mariscos y otros alimentos marinos.

Las mujeres se sometieron a analíticas para medir los niveles en sangre de vitamina D y yodo, y la sangre del cordón umbilical se analizó para medir la exposición fetal al mercurio y otros contaminantes. Y los niños se sometieron a diferentes pruebas a los 14 meses y a los 5 años para medir sus capacidades cognitivas, su desarrollo neuropsicológico y su riesgo de síndrome de Asperger, que forma parte de los trastornos del espectro del autismo.

De media, las mujeres habían consumido aproximadamente 500 gramos de pescado semanales, que equivaldría a unas tres raciones. Y por cada 10 gramos adicionales por encima de esa cantidad, los niños presentaban mejores puntuaciones en las pruebas de desarrollo cerebral, hasta llegar a los 600 gramos semanales. Una relación que fue especialmente evidente cuando los niños tenían cinco años.

Asimismo, los investigadores también observaron una reducción consistente en los rasgos del espectro del autismo asociada a un mayor consumo de pescado durante el embarazo.

El consumo de pescado blanco o pescado azul grande fue el que más se asoció a mejores puntuaciones de los niños, así como la ingesta de pescado durante el primer trimestre del embarazo.

«Creo que en general, la gente debe seguir las recomendaciones actuales”, dijo Julvez, que admite que algunas, como las de la Agencia Americana del Medicamento (FDA, en sus siglas en inglés) “deberían ser menos estrictas”, ya que no aconsejan comer más de 12 onzas (unos 340 gramos) a la semana.

Asimismo, este experto reconoce no haber observado en el estudio ningún beneficio adicional cuando las mujeres comían más de 600 gramos semanales.

“Creo que es muy interesante y arroja mucha más luz sobre los beneficios de comer pesado durante el embarazo”, ha reconocido Ashley Romano, médico del NYU Langone Medical Center en Nueva York, que no ha participado en el estudio. Además, destaca que hayan sido capaces de correlacionar el consumo con una supuesta protección frente al autismo.

Revista American Journal of Epidemiology

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Una región del cerebro sin explorar podría ser la clave para el autismo

Un equipo de científicos de la Universidad de California en Los Ángeles (EE.UU.) ha descubierto que una región pasada por alto (sin explorar) en las células del cerebro alberga una mina de oro de genes asociados al autismo. Este hallazgo representaría un lugar idóneo para nuevas dianas farmacológicas así como renovadas terapias para la enfermedad del autismo.

“Nuestro descubrimiento arrojará nueva luz sobre cómo las mutaciones genéticas conducen al autismo. Antes de que podamos desarrollar una terapia eficaz para dirigirnos a un gen, primero tenemos que entender cómo funciona el gen en la célula”, afirma Kelsey Martin, líder del estudio.

Los científicos se centraron en el gen llamado Rbfox1, que regula cómo la célula produce proteínas, elementos esenciales para formar los tejidos y órganos del cuerpo, como el cerebro, entre otras cosas, ya que reveló que este gen en particular tenía una función completamente nueva que otros científicos habían pasado por alto.

Mezclando un enfoque de biología celular con una potente tecnología de secuenciación de ADN, descubrieron la identidad de los genes controlados por Rbfox1: “Nuestros resultados presentaron un nuevo y emocionante juego de conexiones genéticas. Hemos encontrado que donde se encontraba Rbfox1 en la célula determina a qué genes ha influido”, expone Douglas Black, coautor del trabajo.

Esto es, el análisis de Rbfox1 exhibió que el gen controla también más de 100 genes en el citoplasma y la mayoría de estos genes codifican proteínas esenciales para el desarrollo del cerebro (y han sido asociados al riesgo de autismo). Los genes dirigidos por Rbfox1 enriquecían con proteínas vitales el desarrollo del cerebro y el riesgo de autismo aumenta cuando algo se descompensa en esta función.

“Nadie ha explorado sistemáticamente en las células nerviosas antes. Nuestro estudio es el primero en descubrir que docenas de genes de riesgo de autismo tienen funciones especiales en el citoplasma y comparten vías comunes en la regulación de las células del cerebro”, aclara Martin.

Revista Neuron

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La profundidad de un pliegue cerebral puede ayudar a diagnosticar el autismo

Un equipo de científicos franceses ha identificado una anomalía cerebral específica del autismo que se detecta con una resonancia magnética, está presente a partir de los dos años de edad y puede ayudar a diagnosticar de forma precoz esa enfermedad.

El hallazgo, difundido hoy por el Centro Nacional francés de Investigaciones Científicas (CNRS), se centra en un pliegue menos profundo que el resto en el área de Broca, una región del cerebro especializada en el lenguaje y la comunicación.

Los resultados de su colaboración han sido publicados también hoy por la revista «Biological Psychiatry: Cognitive Neurosciences and Neuroimaging».

Según su comunicado, las mediciones clásicas de neuroanatomía habían fracasado hasta ahora en sus intentos por reflejar detectores específicos de los problemas de neurodesarrollo, y específicamente del autismo clásico.

Los científicos evaluaron a 102 niños de entre dos y 10 años de edad y estudiaron el punto más profundo de cada surco del córtex cerebral.

El estudio dividió en tres grupos a esos niños, según padecieran autismo clásico, un problema de desarrollo no especificado o no mostraran ningún síntoma del espectro del autismo.

Al comparar esos tres grupos, se percataron de que, en el área de Broca, la profundidad máxima de un surco era menor en los afectados de autismo que en los otros, una atrofia que además estaba «muy localizada».

Hasta el momento, según la nota, el autismo se diagnostica en Francia únicamente a partir de síntomas clínicos, de la observación del menor y de entrevistas a los padres, y se establece de media a los cuatro años y medio de edad.

El descubrimiento del estudio francés, tal y como se añade, puede ayudar a acelerar el diagnóstico y a tratarlo de forma más precoz.

Revista Biological Psychiatry: Cognitive Neurosciences and Neuroimaging.

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Un estudio vincula el riesgo de autismo con la exposición prenatal a unos medicamentos para el asma

Los niños cuyas madres hayan tomado ciertos medicamentos para el asma durante el embarazo podrían tener un riesgo ligeramente más alto de autismo, según un estudio reciente. El estudio, publicado en línea el 6 de enero en la revista Pediatrics, halló una conexión entre el riesgo de autismo y la exposición prenatal a los medicamentos agonistas beta. Lo más habitual es que se usen para el control del asma, e incluyen medicamentos que se inhalan, como el albuterol, el salmeterol (Serevent) y el formoterol (Foradil).

Los investigadores dijeron que los hallazgos no demuestran que haya una relación de causalidad, y enfatizaron que las mujeres con asma no deben simplemente dejar de tomar la medicación durante el embarazo. «El hecho de que el asma no esté controlado durante el embarazo se ha asociado con unos malos resultados en el nacimiento, como un nacimiento prematuro, un peso bajo al nacer y la entrada en la unidad de cuidados intensivos neonatales», dijo la investigadora principal, Nicole Gidaya, de la Universidad de Drexel, en Filadelfia.

Además, el parto prematuro y el peso bajo al nacer se han vinculado con un aumento del riesgo de autismo. Geraldine Dawson, directora del Centro para el Autismo y el Desarrollo Cerebral de Duke de la Universidad de Duke, en Durham, Carolina del Norte, se mostró de acuerdo.

Tomar agonistas beta durante el embarazo tiene posibles beneficios y posibles riesgos para el desarrollo del feto, dijo Dawson, autora de un editorial publicado con el estudio. «Es importante que una mujer que esté tomando estos medicamentos hable con su médico y tome una decisión individual en función de sus circunstancias únicas», dijo Dawson.

Los investigadores todavía están intentando comprender las causas precisas del trastorno del espectro del autismo, que se estima que afecta a uno de cada 68 niños de Estados Unidos, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE. UU.

Los agonistas beta están disponibles en la forma de acción rápida (que se usan para tratar los ataques de asma) y en la forma de acción prolongada, que se toman regularmente para prevenir los ataques. Gidaya dijo que su estudio no diferenció entre los dos.

Pero, en general, los científicos se muestran de acuerdo en que el autismo procede de una combinación de la vulnerabilidad genética y ciertas exposiciones ambientales. Se han vinculado muchos genes con el riesgo de autismo y la lista de sospechosos ambientales está creciendo.

Las complicaciones en el nacimiento (especialmente las que provocan la privación de oxígeno) son una de ellas, según el grupo de defensoría Autism Speaks. También las exposiciones prenatales a ciertas infecciones, a la contaminación atmosférica y a algunos medicamentos, como el ácido valproico, un medicamento antiepiléptico, según el grupo.

De acuerdo con Gidaya, es plausible que los agonistas beta podrían afectar al desarrollo cerebral del feto de tal modo que aumente el riesgo de autismo. Cuando se les da a las ratas embarazadas en el laboratorio, los medicamentos pueden afectar al desarrollo de las células cerebrales del feto.

Para realizar el nuevo estudio, el equipo de Gidaya examinó el sistema nacional de bases de datos de Dinamarca para encontrar información de 5,200 niños a los que se había diagnosticado un trastorno del espectro autista. Los investigadores los compararon con 52,000 niños de la misma edad sin autismo.

En general, un poco menos del 4 por ciento de los niños con autismo habían sido expuestos a los agonistas beta, frente al 3 por ciento de los otros niños. Cuando los investigadores controlaron otros factores (incluyendo el asma de las madres, la edad de los padres y las complicaciones al nacer), los niños expuestos a los agonistas beta en el útero seguían teniendo un 30 por ciento más de probabilidades de contraer autismo.

Pero aunque esa cifra pueda parecer muy alta, en realidad es un aumento «modesto» en el riesgo de autismo, dijo Dawson. Además, hay otros factores que los investigadores no pudieron tener en cuenta, como la exposición a los contaminantes, señaló Gidaya.

Según Dawson, se necesitan más investigaciones para confirmar el vínculo entre los agonistas betas y el autismo. Si los medicamentos son un factor de riesgo, dijo Gidaya, estudiar la biología que hay detrás podría ayudar a los investigadores a comprender mejor cómo aparece el autismo.

Revista Pediatrics

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