Noticias Científicas sobre el Autismo, Junio 2017.

El contacto visual genera ansiedad en muchas personas con autismo

Investigadores del Hospital General de Massachusetts han publicado un estudio en Nature Scientific Reports que revela que las personas con autismo evitan el contacto visual porque les genera una sensación incómoda, no porque no les interese ver a la otra persona a los ojos.

La parte del cerebro responsable de ayudar a los recién nacidos a recurrir a las caras conocidas está anormalmente activada entre los que están en el espectro del autismo, sugiriendo que forzarlos a tener contacto visual produciría ansiedad.

Trastorno del espectro del autismo es un término utilizado para describir una variedad de condiciones que hacen de la comunicación y socialización, un reto, y está a menudo acompañada de conductas restringidas y repetitivas. Otra de sus características es la dificultad para establecer o mantener el contacto visual, un comportamiento que no solo dificulta las interacciones sociales, sino que puede conducir a la falta de comunicación en las culturas donde el contacto visual se toma como un signo de confianza y respeto.

Aquellos con la expresan ansiedad sobre el contacto visual, pero los psicólogos han estado inseguros sobre si el malestar es sensorial o proviene de un conflicto sobre la importancia social de mirar a una persona cuando se comunica. Investigaciones anteriores sugirieron esto último, pero un equipo de neurólogos sospechó que el problema podría ser una sensibilidad excesiva de las partes del cerebro responsables de la percepción emocional.

Específicamente, los investigadores miraron a una parte del cerebro llamada sistema subcortical, una variedad de estructuras que integra la información de la corteza externa con los sentidos periféricos para dar lugar a movimientos y otros comportamientos. Dentro de este sistema hay caminos que transportan la información visual de los ojos a partes del cerebro que estimulan las emociones, y ayuda a los recién nacidos a reconocer rostros familiares.

Las investigaciones previas sobre si esta parte del cerebro estaba hiperactiva en personas con TEA produjeron resultados mixtos. Para resolver este conflicto, los investigadores utilizaron imágenes de resonancia magnética funcional (IRMf) para medir las diferencias en la activación de las partes del sistema subcortical responsables de procesar caras en 23 voluntarios adultos y niños con ASD y 20 controles.

Mientras que la región subcortical de reconocimiento facial estuvo activa en ambos grupos, las áreas eran altamente activas en aquellos con ASD cuando se vieron obligados a concentrarse alrededor de la región del ojo, especialmente cuando las caras expresaron temor. «Los hallazgos demuestran que la aparente falta de interés interpersonal en las personas con autismo no se debe a una falta de interés en sí», dice el investigador principal Nouchine Hadjikhani. «Más bien, nuestros resultados muestran que este comportamiento es una forma de disminuir una excitación excesiva desagradable que proviene de la sobreactivación en una parte particular del cerebro».

La investigación es suficiente para forzar un replanteamiento de las consecuencias de coaccionar a los niños con autismo a practicar el contacto visual. «Los hallazgos indican que obligar a los niños con autismo a mirar a los ojos de alguien en terapia conductual puede crear mucha ansiedad para ellos», dice Hadjikhani.

Revista Nature Scientific Reports

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Fiebre de las madres en el embarazo aumenta en 34% riesgo de autismo en bebés

La fiebre durante el embarazo puede aumentar el riesgo de desarrollo del trastorno del espectro del autismo (TEA) en el niño, según un estudio realizado por científicos del Centro de Infección e Inmunidad (CII) de la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia, publicado en la revista Molecular Psychiatry. El riesgo de TEA se incrementó en un 34% en bebés de madres que informaron sufrir fiebres en cualquier momento durante el embarazo. La asociación se vio más pronunciada en el segundo trimestre de gestación, en que las probabilidades de este desorden aumentaron en 40%.

El riesgo de padecer TEA se incrementó en más del 300% en niños de mujeres que reportaron tres o más fiebres después de la duodécima semana de embarazo.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, 1 de cada 160 niños tiene TEA, que se manifiesta desde la infancia y tiende a persistir en la adolescencia y la edad adulta. Aunque algunos pacientes con grados moderados del desorden pueden vivir independientemente, otros requieren de cuidados especiales de por vida. El tratamiento de su comportamiento y los programas de capacitación para padres pueden reducir las dificultades en la comunicación y el comportamiento social, aunque no existe una cura definitiva. De ahí que el diagnóstico temprano sea de vital importancia, a fin de aplicar terapias preventivas con impacto en la calidad de vida de pacientes y familias.

El reciente estudio de Columbia es el más sólido hasta la fecha en la exploración de la relación entre la fiebre de gestantes y su relación con el TEA en bebés, abordando también la eficacia de dos antipiréticos de uso común como el acetaminofeno (paracetamol) y el ibuprofeno.

El riesgo de TEA fue reducido mínimamente en bebés de mujeres que tomaron acetaminofeno para bajar la fiebre en el segundo trimestre de embarazo. Y aunque no hubo casos de TEA entre hijos de madres que tomaron ibuprofeno, una droga antiinflamatoria no esteroide, los investigadores no pudieron determinar si el riesgo se mitigó debido al número extremadamente pequeño de mujeres que usaban este fármaco en particular para la fiebre. Los resultados del estudio aparecen.

Los investigadores siguieron a 95.754 niños nacidos entre 1999 y 2009 (51,4%, varones). Las madres de 15.701 niños (16%) informaron fiebre en uno o más intervalos de cuatro semanas durante el embarazo, una tasa similar a la reportada de TEA en EE.UU. El riesgo aumentó 1,3 veces con uno o dos episodios de fiebre después de la duodécima semana de gestación, y en 3,12 veces con tres o más calenturas. Asimismo, la presencia de fiebre en el primer trimestre se asoció con episodios en trimestres siguientes, mientras la fiebre en el segundo se asoció con otras en el tercer trimestre

Los hallazgos refuerzan la hipótesis de que la fiebre y las alteraciones inmunológicas asociadas están implicadas en un subconjunto de casos de TEA. Al no haber abordado las causas microbianas de la fiebre materna y la activación inmune, el documento señala que el trabajo a futuro debe centrarse en la identificación y prevención de las infecciones prenatales y las respuestas inflamatorias que pueden contribuir a la patogénesis del TEA.

Revista Molecular Psychiatry

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La neuroimagen puede ayudar a detectar el autismo en bebés

Las pruebas de neuroimagen en bebés de 6 meses pueden ayudar a detectar los trastornos del espectro del autismo (TEA), según un estudio publicado hoy en la revista especializada Science Translational Medicine.

La investigación, realizada por expertos de la Universidad de Carolina del Norte y la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington en San Luis (Misuri), se centró en el examen del cerebro de 59 niños con un riesgo alto de autismo.

Mediante la técnica de imagen de resonancia magnética funcional (RMF), los científicos recopilaron datos sobre 26.335 pares de conexiones funcionales entre 230 regiones cerebrales diferentes mientras los bebés dormían.

De estos niños, once fueron diagnosticados con autismo a los 24 meses de edad, lo que permitió a los investigadores aplicar algoritmos de aprendizaje automático para analizar los patrones cerebrales específicos, que predijeron correctamente 9 de estos diagnósticos sin falsos positivos.

La neuroimagen funcional permite cuantificar la activación, el metabolismo y la perfusión (alimentación de las células con oxígeno y nutrientes) de las distintas áreas cerebrales, además de la evaluación de la dinámica de los distintos neurotransmisores y la acumulación regional de varias proteínas.

Se estima que uno de cada 68 niños de todo el mundo se ve afectado por el TEA, que incluye un amplio grupo de trastornos del desarrollo neurológico que a menudo causan problemas continuos de comunicación, conductas repetitivas y otros síntomas que afectan la capacidad social.

Los científicos aseguraron que es necesaria más investigación para determinar si se aplica a los bebés sin un alto riesgo genético, pero estos hallazgos pueden suponer un primer paso hacia las medidas de detección precoz de autismo.

Esta detección temprana, junto con las intervenciones conductuales, podrían mejorar significativamente la calidad de vida de las personas con TEA, aunque la totalidad de los síntomas de conducta típicamente no aparecen hasta que los niños tienen dos años o más.

Revista Science Translational Medicine.

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Los problemas de comunicación no están en la raíz de los berrinches de los niños con autismo

Un estudio muestra que los berrinches se producen con la misma frecuencia entre los niños que no tienen problemas con el habla y de lenguaje.

Los niños con trastornos del espectro del autismo probablemente no tengan pataletas por la falta de habilidad de comunicación, sugiere una nueva investigación.

Los problemas del habla y del lenguaje son comunes en el autismo. Muchos niños con autismo no son capaces de hablar con claridad. Algunos no hablan en absoluto. Pero en este estudio, los investigadores encontraron que los niños con autismo que tienen un habla clara y una capacidad alta de comunicación tienen los mismos berrinches que los que no.

«Hay una creencia errónea habitual y generalizada de que los niños con autismo tienen más pataletas porque tienen dificultades para comunicar sus deseos y necesidades a sus cuidadores y otros adultos», dijo la investigadora principal, la Dra. Cheryl Tierney.

«La creencia es que la incapacidad de expresarse con el habla y el lenguaje es el motivo principal de estas conductas, y que si podemos mejorar su habla y su lenguaje, dichas conductas mejorarán por sí mismas», explicó.

«Pero encontramos que solo un porcentaje muy pequeño de pataletas son provocadas por la incapacidad de comunicarse bien con las otras personas o por la incapacidad de ser comprendidos por otros», dijo Tierney en un comunicado de prensa del Hospital Pediátrico de la Universidad Estatal de Pensilvania.

Tierney es la jefa de sección de pediatría del comportamiento y del desarrollo del hospital.

El estudio incluyó a 240 niños con un trastorno del espectro del autismo, entre 15 meses y 6 años de edad. Los investigadores analizaron la conexión entre el lenguaje y la frecuencia de los berrinches en estos niños. Los autores del estudio también evaluaron el coeficiente intelectual (CI) de los niños y su capacidad para comprender las palabras y para hablar con claridad.

«El CI es extremadamente importante porque un niño que tiene la capacidad mental de comprender y usar el lenguaje podría mostrar unas conductas distintas a las de un niño que no tiene la capacidad mental y la comprensión para usar el lenguaje», señaló Tierney.

Los investigadores afirmaron que habían encontrado que los déficits de CI y del habla explicaron menos del 3 por ciento de los berrinches de los niños. Los niños que hablaban con el nivel de un niño de dos años con un desarrollo normal tenían más berrinches que los que tenían unas peores habilidades del habla, mostraron los hallazgos.

«Tuvimos niños en nuestra muestra con una habla clara y la suficiente inteligencia para poder comunicarse, y sus berrinches eran igual de frecuentes en ese grupo», dijo Tierney.

«Deberíamos dejar de decir a los padres de niños con autismo que la conducta de su hijo mejorará cuando empiecen a hablar o cuando su lenguaje mejore, porque ahora tenemos los suficientes estudios para mostrar que es improbable que ocurra eso sin que haya una ayuda adicional», concluyó Tierney.

Los hallazgos del estudio descartan los problemas con el habla y el CI como la causa principal de los berrinches en los niños con autismo, pero se necesitan más investigaciones para saber con exactitud qué provoca estas pataletas. Los investigadores especularon que los problemas con la regulación del estado de ánimo y una baja tolerancia a la frustración probablemente tengan un papel y se deberían investigar.

Los investigadores también afirmaron que el análisis conductual aplicado (un tipo de terapia) y que tener el respaldo de un analista conductual bien entrenado y certificado puede marcar una diferencia positiva para los niños con autismo.

«Esta forma de terapia puede ayudar a los niños con autismo a volverse más flexibles, y puede mostrarles cómo satisfacer sus necesidades cuando usan comportamientos que son más aceptables socialmente que un berrinche», dijo Tierney.

El estudio aparece en una edición reciente en línea de la revista Journal of Development and Physical Disabilities.

Revista Journal of Development and Physical Disabilities.

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El procesamiento de metales en niños afecta al riesgo de autismo

Los dientes de leche de niños con autismo contienen más plomo tóxico y menos de los nutrientes esenciales de zinc y manganeso, en comparación con los dientes de niños sin el trastorno neurológico.

El procesamiento de los metales en el cuerpo de los niños afecta su riesgo de autismo, según un estudio difundido hoy por el Instituto Nacional de Ciencias de la Salud Ambiental (NIEHS, por su sigla en inglés) de EE.UU., que lo financió.

El trabajo, publicado también en la revista especializada Nature Communications y dirigido por Manish Arora, científico ambiental y dentista de la Escuela de Medicina Icahn en Nueva York, estudió a gemelos para controlar las influencias genéticas y los posibles contribuyentes ambientales al trastorno.

Los resultados sugirieron que las diferencias en la exposición temprana a los metales, y en particular, cómo el cuerpo de los niños los procesa, pueden afectar el riesgo de autismo.

Los dientes de leche de niños con autismo contienen más plomo tóxico y menos de los nutrientes esenciales de zinc y manganeso, en comparación con los dientes de niños sin el trastorno neurológico.

Mediante el uso del láser para trazar los anillos de crecimiento en los dientes de leche generados durante diferentes períodos del desarrollo, los investigadores notaron que esta diferencia en la captación de metal entre los niños con y sin autismo fueron especialmente relevante durante los meses inmediatamente antes y después de su nacimiento.

Los menores con el trastorno neurológico registraron mayores niveles de plomo durante su desarrollo, con la mayor disparidad observada durante el período posterior al nacimiento. Estos niños obtuvieron una menor absorción de manganeso, tanto antes como después del nacimiento, además de niveles más bajos de zinc más temprano en el útero, aunque estos niveles aumentaron después del nacimiento.

«Creemos que el autismo comienza muy temprano, muy probablemente en el útero, y la investigación sugiere que nuestro ambiente puede aumentar el riesgo de un niño. Pero cuando estos son diagnosticados a los 3 o 4 años de edad, es difícil volver atrás y saber a qué estaban expuestas las madres «, aseguró la directora de la subdivisión de Genes, Medio Ambiente y Salud de NIEHS, Cindy Lawler.

Estos hallazgos se basaron en investigaciones previas que mostraron que la exposición a metales tóxicos, como el plomo, y las deficiencias de nutrientes esenciales, como el manganeso, pueden perjudicar el desarrollo cerebral mientras están en el útero o durante la primera infancia.

«A diferencia de los genes, nuestro medio ambiente está cambiando constantemente, y la respuesta de nuestro cuerpo a los factores de estrés ambiental no solo depende de cuánto estuvimos expuestos, sino a qué edad experimentamos esa exposición», agrega el jefe de la subdivisión de Exposición, Respuesta y Tecnología del NIEHS, David Balshaw.

Revista Nature Communications

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